Imagina que una mañana cualquiera, no tiene porqué ser ni más ni menos especial que las demás, te levantas y al mirarte en el espejo descubres que tu propio reflejo te devuelve, por fin, esa sonrisa que desde hacía demasiado tiempo había emigrado a las estancias más lejanas y oscuras de tu propia existencia.
Cierras los ojos un instante, quizás porque deseas descubrir que al abrirlos, esa misma sonrisa que acabas de regalarte sin motivo aparente, continue allí.
Te giras, miras de reojo, esquivas un instante la realidad y recuerdas que un día soñaste este momento.
Y sabes que sigue allí.
Esa sonrisa es tuya.
Es un instante minúsculo, apenas imperceptible, que esconde una magnifica realidad de plenitud.
Hoy, por fin, los fantasmas han volado a otro lugar y han dejado que puedas desocupar la parte de vida en la que residían.
Busco una palabra que pueda concretar este nuevo modo de estar en el mundo.
Un día soñé recuperar la coherencia de ser quien soy.
Hoy es el día en el que celebrar que todos los trenes que tome a partir de ahora tienen el mejor destino que jamás pude soñar: mi vida.