"Curiosamente, los animales unicelulares pueden tener un sentido más realista del mundo que los animales superiores, porque responden a todo estímulo con el que tropiezan.
Nosotros, en cambio, seleccionamos sólo unos pocos. El cuerpo corrige y recorta la experiencia antes de enviarla al cerebro para la contemplación o la acción. No toda ráfaga de viento hace que se erice el vello del antebrazo. No todo resplandor de la luz solar se registra por la retina. No todo lo que sentimos lo sentimos con el vigor necesario como para enviar un mensaje al cerebro; el resto de las sensaciones se disuelven sin decirnos nada. Mucho se pierde en la traducción, o es censurado, y en todo caso nuestros nervios no se disparan todos al mismo tiempo. Algunos se mantienen en silencio mientras otros responden. Esto, dada la complejidad del mundo, hace que nuestra visión del mundo sea un tanto simplista."
Diane Ackerman,"Una Historia Natural de los Sentidos".



De la mano del rey de los duendes comenzamos a reinventar los sentidos.

Es fascinante, tocar el aroma de las rosas que, recién nacidas, bailan en mi patio.

Huelo su blancura y me deleito en cada pétalo.

Y no es sinestesia

ni sueño.